martes, 1 de noviembre de 2011
Templo de San Lázaro
Está ubicado en el Alto de San Lázaro, en la colina occidental de Tunja. Fue construido para recordar la visita de la Virgen de Chiquinquirá a Tunja, en dos momentos cuando se generalizó la peste, que diezmó su población.
La capilla que fue ordenada por acta de Cabildo el 4 de enero de 1650, es decir, 111 años después de la fundación de la ciudad. Se venera la figura de San Lázaro, pintura al óleo sobre lienzo de Siglo XVII; así mismo el cuadro de la Virgen que dio origen a la creación de la iglesia, movida por las oportunidades en que trajeron el cuadro original de Chiquinquirá y ñie colocado allí con el objeto de curar
varias epidemias de peste.
La romería se realiza el primer domingo de septiembre; asimismo, el cuadro de la Virgen de Chiquinquirá.
Es una de las ermitas más característica de la época hispánica, de estilo sencillo y en tipo de iglesia posa.
Retablo Principal
Confeccionado en ma-
dera tallada y hojillado en oro; en los paramentos del presbiterio se encuentran óleos con pasajes de la vida
de la Virgen, separados por pilastrillas.
Arco toral con pilas tras tripartitas, conjunto hojillado en oro y rematado por óleo del
Siglo XVII; artesonado decorado con casetones y hojas de llantén que integran el conjunto Barroco.
http://www.tunja.gov.co/index.php?idcategoria=7366
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Todas las tardes a mediados del siglo XX la capilla de San Lázaro destacaba claramente sobre el lomo del cerro desprovisto de vegetación en el paisaje diario siempre hermoso de la puesta del sol. San Lázaro significaba entonces en Tunja una cuesta de barrancos pelados, surcada a trechos por meandros de lluvias caídas en tiempos ya olvidados,todo erosionado por un viento que sin tregua sopla furioso desde el sur. Por eso con sonrisa escéptica observábamos desde la Plaza de Bolívar a quienes se empecinaban en hacer producir a esa tierra calva y seca que en las épocas veranosas parecían no poder producir otra cosa que lástima. Y lo más increíble de todo es que ¡sí, lo lograban! Sí, se cosechaba allí cebada y trigo, que aunque raquíticos por las sequía y doblegados por la brisa fría, producían espigas suficientemente cargadas como para justificar el esfuerzo y la inversión. Y eso lo deducíamos porque en ocasiones se dibujaba contra el cielo del Alto la silueta de una segadora de trigo cuyo chorro de grano desafiaba la ventolada y caía sobre la volqueta que lo transportaría. Y así, en un equilibrio que desde allí nos parecía precario, por el lomo del cerro se movían los vehículos bajando hacia la confluencia con el camino a Chiquinquirá.
ResponderEliminarNo había ni una calle entonces, ni siquiera una casa. La ciudad terminaba justo en la linde del alto y la primera impresión que se llevaba el visitante era la de un silencio casi total, tan solo interrumpido por los silbidos del viento que soplaba constante con esa tenacidad propia que tiene en los semi páramos. Apenas sí llegaban hasta las viejas paredes del solarcito de la capilla los ecos diastantes de los escasos vehículos que entonces circulaban por Tunja. El ocasional tañido de una campana, lejano y tímido luchando contra el viento, ponía un aire de nostalgia y de paz en los pocos visitantes que remontaban la loma para ver el paisaje de Tras del Alto. Hasta allí llegaban quienes querían ver la ciudad dearramada sobre los barrancos arcillosos que había que rellenar para construir sobre ellos. Y había quienes querían encaramarse sobre la Piedra de Bolívar para como él, otear en dirección al camino de Motavita por donde en apresurada marcha avanzó el ejército realista hacia el Puente de Boyacá. Silencio y silbidos del viento, o quizás el graznido de alguna garza solitaria en dirección a los pantanos que entonces había en las vecindades del Pozo de Hunzahúa. Silencio, tañer de campanas lejanas, silbidos del viento, el reacio motor de algún destartalado vehículo que se negaba a a arrancar. Silencio. .. pero había una excepción: cada 17 de diciembre podían escucharse en la ciudad, como lejanos trallazos, los ecos de los cohetes con que se celebraban los oficios de la fiesta y romería religiosa.
Antonio Gómez
Helsinki, 17 de agosto de 2013